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Chica doble representa trastorno de personalidad
Todo lo que Has de Saber saber

Psicóloga en Sevilla para Trastorno de la Personalidad: Comprensión, Diagnóstico y Tratamiento Especializado.

Los trastornos de la personalidad son condiciones psicológicas complejas que impactan profundamente la forma en que una persona percibe, siente y se relaciona con el mundo. Como psicóloga especializada en trastornos de la personalidad en Sevilla, mi enfoque se basa en una intervención personalizada y profesional que va más allá del diagnóstico, buscando restaurar el equilibrio emocional y funcional de cada paciente.
Comprender estos trastornos es esencial no solo para quienes los padecen, sino también para su entorno. Muchas veces son malinterpretados, lo que genera aislamiento y culpa innecesaria. Mi objetivo es ayudarte a entender lo que ocurre, ponerle nombre y, sobre todo, encontrar caminos de cambio.

4.9
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Sobrevivir a la tormenta: vivir con TPL

A veces cuesta poner en palabras lo que se siente cuando uno vive con emociones a flor de piel. Es como si el mundo te golpeara más fuerte que al resto. Las cosas pequeñas, que para otros no significan nada, para alguien con trastorno de personalidad límite (TPL) pueden ser devastadoras. Un cambio de planes, una discusión, un malentendido… todo se siente como una amenaza, como si en cualquier momento el mundo se pudiera derrumbar.

El TPL no es una exageración ni un invento. Es una forma intensa de experimentar la vida. Las personas que lo padecen muchas veces sienten que nadie las entiende, que su forma de sentir es “demasiada”. Pero no es un defecto, es una parte de cómo están hechas. Reconocerlo es el primer paso para poder vivir mejor. ¿De dónde viene todo esto?

No hay una única razón por la que alguien desarrolla TPL. Y eso, a veces, frustra mucho. Es como armar un rompecabezas sin tener todas las piezas. Algunas personas crecieron en entornos duros, donde no había espacio para hablar de emociones, o donde se sintieron ignoradas, rechazadas, incluso maltratadas. Otros tienen una historia menos marcada, pero aun así cargan con una sensibilidad especial que parece haber estado ahí desde siempre.

La ciencia habla de genética, traumas, funcionamiento del cerebro… pero también están las experiencias, lo que se vivió y cómo se interpretó. No es una fórmula exacta. Cada historia es diferente, y eso es importante, porque no se trata de buscar culpables, sino de entender lo que pasó para poder sanar.

Cuando todo encaja (más o menos).

A muchas personas les lleva años llegar a un diagnóstico de TPL. Y cuando por fin alguien lo nombra, hay un mix de emociones: alivio, miedo, esperanza. “Entonces… “¿Esto tiene un nombre?”, dicen algunos. Saber que no estás solo, que hay otros que sienten como tú, puede cambiar muchas cosas.

Claro que no es sencillo. No es que uno recibe el diagnóstico y ya está. A veces duele escucharlo. Y encima, se puede confundir con otras cosas: depresión, ansiedad, bipolaridad… Pero cuando un profesional te escucha de verdad, sin prejuicios, y te ayuda a entender lo que te pasa, todo empieza a tener un poco más de sentido.

Cuando la terapia empieza a hacer clic.

Hay quien llega a terapia sin mucha fe. “Probé de todo y nada me funciona”, dicen. Pero cuando encuentran un espacio donde no hay juicio, donde pueden hablar y entender por qué sienten lo que sienten, algo cambia. La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), por ejemplo, ayuda a mirar los pensamientos de frente. ¿Y si lo que estoy pensando no es tan real como creo? ¿Y si puedo aprender a responder distinto?

La TCC no es mágica, pero sí muy útil. Te da herramientas para frenar un impulso, para no reaccionar igual cada vez. Te hace escribir, pensar, cuestionarte. Es trabajo, sí, pero poco a poco, empiezas a notar los cambios. No en todo, no todo el tiempo, pero lo suficiente para seguir.

La familia: apoyo o detonante.

Vivir con TPL no solo afecta a quien lo padece. Las personas cercanas también lo sienten. Padres, parejas, amigos… a veces no saben qué hacer. Hay amor, sí, pero también confusión, miedo, frustración. “No sé si ayudarla o poner límites”, me dijo una madre. “Siento que si me alejo, la abandono… pero si me quedo, también me hundo”.

Lo cierto es que la familia puede ser una red o una trampa. Por eso es tan importante que también reciban ayuda. Que entiendan qué es el TPL, que puedan acompañar sin invadir, apoyar sin controlar. Con información y empatía, todo cambia.

No viene solo.

Rara vez el TPL aparece aislado. Suele venir acompañado. Ataques de pánico, depresión, ansiedad constante, incluso conductas adictivas. Es como si las emociones se desbordaran por muchos lados a la vez.

Por eso, el tratamiento tiene que ser amplio. No se trata solo de “arreglar una cosa”. Hay que mirar el todo: el pasado, el presente, el cuerpo, la mente. A veces hace falta medicación, otras veces trabajo grupal o familiar. Lo importante es que cada quien tenga un plan a medida, sin copiar modelos que no encajan.

Cuando todo se descontrola.

Hay momentos en que todo se viene abajo. Una crisis. Una pelea. Un mensaje que no llega. Y de repente, el corazón se acelera, la mente se llena de pensamientos oscuros y el cuerpo no responde.

En esos casos, tener un plan puede salvar. Saber a quién llamar, qué hacer, cómo calmarse. A veces es respirar, mojarse la cara con agua fría, salir a caminar. Otras, escribir, dibujar, poner música. Cada uno encuentra su forma. Pero lo importante es saber que esa tormenta también pasa.

Medicación: ¿ayuda o parche?

Hay quienes rechazan la idea de tomar medicación. “No quiero depender de pastillas”, dicen. Y es válido. Pero también hay quienes, después de semanas sin dormir o con ansiedad constante, encuentran algo de alivio en una pastilla que les da un poco de calma.

La medicación no cura el TPL, pero puede hacer que la terapia funcione mejor. No es para todos, ni para siempre. Pero cuando se usa bien, bajo control médico, puede ser un recurso útil. Uno más en la caja de herramientas.

¿Quién soy yo?

Una de las cosas más difíciles para alguien con TPL es sentirse “uno mismo”. Un día se sienten seguros; al siguiente no se reconocen. A veces actúan como si fueran otra persona, y después no entienden por qué.

Trabajar la identidad lleva tiempo. Es como armar un álbum de fotos desordenado. Con ayuda, poco a poco se van encontrando partes que sí se sienten propias. Se construye una imagen nueva, más estable, más real. No perfecta, pero sí más coherente.

Cuando el impulso gana

“Lo hice sin pensar”. Esa frase aparece mucho en terapia. La impulsividad no es un defecto de carácter. Es una reacción rápida a una emoción que duele. Es querer apagar el fuego como sea, aunque sea con gasolina.

Aprender a parar, aunque sea unos segundos, puede cambiar todo. Respirar. Contar hasta diez. Salir de la habitación. Llamar a alguien. Esas pequeñas pausas, que al principio parecen imposibles, con el tiempo se vuelven salvavidas.

No es retroceder, es aprender.

Hay recaídas. Las hay. Y duelen. Porque uno piensa que ya estaba mejor. Pero son parte del proceso. Nadie mejora en línea recta. Habrá días en que todo se desordena. Lo importante es no quedarse ahí. Volver a las herramientas, a la terapia, a las personas que acompañan.

Cada vez que se vuelve a levantar, se aprende algo nuevo. Y eso también es sanar.

Precios de la Terapia

Adultos € 45
Adolescentes y niños € 45

Recomendación

Si sufres o sospechas que alguien sufre de ansiedad, es muy conveniente acudas a consulta, donde te podré diagnosticar y comenzar con la terapia; no dejes de acudir  para que  no se  cronifique el problema 

Puedes abonar la consulta tanto en efectivo como por Bizum.

En el caso de terapia Online será por Bizum al menos con 2 horas de antelación

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Opening Hours

Lunes- Viernes
10:00 – 21:00 pm

Aquí tienes 12 consejos profesionales basados en la terapia cognitivo-conductual (TCC) para superar las adicciones:

  1. Identifica claramente tus disparadores.

Anota situaciones, emociones o pensamientos específicos que desencadenan el deseo de consumir; “Si sabes por dónde aprieta el zapato, será más fácil evitar ampollas”.

  1. Cambia pensamientos distorsionados por realistas.

Identifica creencias irracionales que justifican el consumo y cámbialas por pensamientos más racionales. Por ejemplo, sustituye “solo así me relajo” por “existen otras formas más saludables de manejar mi estrés”.

  1. Entrena técnicas de afrontamiento alternativas.

Practica métodos específicos como respiración profunda, meditación breve, ejercicio físico o actividades gratificantes alternativas para afrontar la ansiedad y el deseo.

  1. Establece metas concretas, alcanzables y medibles.

Define claramente objetivos diarios, semanales y mensuales. “Recuerda: Roma no se rehabilitó en un día”.

  1. Planifica estrategias específicas ante situaciones de riesgo.

Crea un plan de acción claro para enfrentar tentaciones previsibles, como fiestas o reuniones. Mejor ser estratega prevenido que adicto arrepentido.

  1. Lleva un registro de avances y recaídas.

Documenta diariamente tus logros y dificultades. Esto te permitirá observar tu progreso y detectar patrones que debas modificar.

  1. Desarrolla habilidades sociales y asertividad.

Aprende a decir “no” con firmeza y sin culpas. “Nadie muere por decir ‘no gracias’, pero sí por no aprender a decirlo”.

  1. Aprende a tolerar la frustración y el malestar emocional.

El malestar es temporal; no sucumbas ante emociones negativas inmediatas. Aprende a “surfear” sobre el impulso hasta que disminuya.

  1. Solicita apoyo y refuerza tu red social.

Rodéate de personas que apoyen tus metas de recuperación y evita a quienes podrían fomentar el consumo. “Si no eres isleño, no intentes recuperarte solo en una isla”.

  1. Reestructura tu entorno físico.

Modifica ambientes o contextos asociados al consumo: retira objetos, sustancias o recordatorios que puedan activar el deseo.

  1. Practica técnicas de prevención de recaídas.

Aprende a reconocer las señales tempranas de una recaída y establece un plan claro para actuar si aparecen. “Tropezar no es caerse; lo importante es saber ponerse de pie rápido”.

  1. Reconoce y celebra tus logros.

Prémiate regularmente por tus avances, incluso los más pequeños. El éxito en superar una adicción está hecho de pequeñas victorias cotidianas.

Al final, recuerda que vencer una adicción es un proceso que requiere paciencia y constancia.